Alí Primera

Alí Primera

viernes, 10 de julio de 2015

CANTO Y COMBATE (b. La unidad necesaria: 3.Uruguay y El Salvador)

Uruguay: poesía y canto de exiliados

A Uruguay dedica Alí especialmente el Canto Oriental (1980). Uruguay tiene por nombre oficial: República Oriental del Uruguay. Esa es la razón del título.

El golpe de estado de junio de 1973 y el Consejo de Estado resultante se vio inmediatamente resistido por gran parte del pueblo uruguayo, por los trabajadores y por los estudiantes universitarios. Las Fuerzas Armadas detuvieron a dirigentes de izquierda y a otros ciudadanos sin posición política definida acusándolos de sedición durante todo el tiempo que duró la dictadura militar, es decir, hasta 1985. El 30 de noviembre de 1980 el pueblo rechaza el proyecto de reforma constitucional propuesto por el régimen dictatorial, dando comienzo a un lento proceso de apertura política. En 1984 sale triunfante el Partido Colorado, que no supone grandes cambios, pues es el que tenía el apoyo de los militares. Para muchos analistas este partido fue el sustrato político que permitió el sostenimiento de la dictadura militar. Con esta clave escribía ya Alí en el 80, desvelando la alianza Partido Colorado-militares, e intuyendo el momento político de transformación que se avecinaba.
El juego con la expresión ni colorín ni colorado, debe entenderse en referencia a este partido uruguayo. “Canto oriental, canto amigo / canto mil veces cantando / suena el clarín de los gallos / cuando la mañana viene / y como dice Benedetti / el canto no se ha acabado / Ni colorín, ni colorado / el canto no se ha acabado”.

El estribillo de Benedetti al que remite -“Pero ni colorín, ni colorado / el cuento no se ha acabado”- es del poema Ni colorín, ni colorado, escrito en 1979 por Gabriel García Márquez, a raíz de una noticia de prensa en la que se anuncia el hallazgo en Valparaíso de dos niños uruguayos desaparecidos en Argentina en 1976. En el poema hace un recorrido por diversas situaciones críticas de la realidad dura del continente. Literariamente, evoca, más remotamente, un conocido poema de León Felipe, sobre otros cuentos que nos han echado: “Y he visto que la cuna del hombre / la mecen con cuentos / Que no quiero que me entierren / con cuentos / Que no quiero que me sellen la boca / con cuentos / Que vengo de muy lejos / Y me sé todos los cuentos”. Pero Alí recrea el sentido. Pasa de los cuentos que nos echaron, y no dejan de seguir echándonos, para adormecernos (León Felipe); a los cuentos de sufrimiento y represión del continente que no cesan de existir (Benedetti); hasta los cantos que surgen por todas partes, cantos liberadores, que no dejarán de sonar, en contra-réplica (Alí). Hermosa la relectura recreadora de  los textos.

En un paso más, rescata la memoria de Artigas, libertador del sur. José Gervasio Artigas Arnal fue un militar, estadista y máximo prócer uruguayo, con perspectivas claramente integracionistas, federalista e inclusivo de indígenas y negros. Fue uno de los más importantes y consecuentes estadistas de la Revolución del Río de la Plata. “Canto oriental, canto amigo / viento que mueve la espiga / pon en las manos de Artigas / un corazón levantado / que hace falta como el trigo / para el pan recién horneado”.

Sigue la mención a poetas y cantores populares, todos exiliados tras el golpe de 1973:
Alfredo Zitarrosa fue un cantante,  compositor,  poeta,  escritor y periodista  uruguayo, considerado una de las figuras más destacadas de la música popular de su país y de toda América Latina. Se adhirió al Frente Amplio de la izquierda uruguaya, lo que le valió el ostracismo y finalmente el exilio durante los años de la dictadura. Sus canciones estuvieron prohibidas en Argentina, Chile y Uruguay durante los regímenes dictatoriales que gobernaron esos países. Vivió exiliado en Argentina, España y México, a partir del 9 de febrero de 1976.
Los Olimareños es el nombre del grupo de canto popular uruguayo formado por Pepe Guerra y Braulio López. A partir del golpe de estado fueron prohibidas sus canciones. En 1974 comienzan su exilio por Argentina, España y México.
Mario Benedetti, conocido poeta, tras el Golpe de Estado renuncia a su cargo en la universidad y parte al exilio por Argentina, Perú, Cuba y España. Vuelve a Uruguay en marzo de 1983, iniciando el autodenominado período de desexilio, motivo de muchas de sus obras.
Viglieti, cantor y poeta, en 1973 comienza en Argentina su exilio, que después continuará en Francia, país donde vivió por 11 años.  Regresa a Montevideo el 1 de septiembre de 1984, donde es recibido por miles de personas en un recital que recuerda como "el más emocionante en 40 años de carrera". Desde entonces edita y reedita numerosos trabajos entre los que se destaca, en particular, el titulado A dos voces con Mario Benedetti en 1985, reflejo discográfico de numerosos recitales realizados junto al gran poeta uruguayo durante el exilio compartido por ambos.

A todos ellos hace confluir Alí en su canto, cuando la vida los hizo coincidir como exiliados. Todos cantando por un Uruguay sin dueño, testimoniando que pese al Partido Colorado, el canto no se ha acabado. “Canto oriental, canto amigo / un viajero de este tiempo / por los que quedan adentro / y escriben tu poesía / Oriental de amanecida / por los niños de Viglietti / y como dice Benedetti / el canto no se ha acabado. / Ni colorín, ni colorado / Zitarrosa anda cantando, / ni colorín, ni colorado / por un Uruguay sin dueño, / ni colorín, ni colorado /  cantan Los Olimareños / ni colorín, ni colorado / cantando el flaco Viglietti/ … / ni colorín, ni colorado / el canto no se ha acabado”.

El Salvador: fuerza liberadora del amor en medio de las masacres

A El Salvador dedica una canción que caló hondo en ese pueblo: Sombrero Azul (1981), y que fue compuesta al inicio de la larga Guerra (1980-1992) que costó la vida a más de 100.000 personas entre muertos y desaparecidos. Destacó en sus inicios, por la significatividad del alcance represivo, el asesinato del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, el 24 de marzo de 1980. A partir de ahí se acrecentaron los hechos de violencia de las Fuerzas Armadas. El 14 de mayo de 1980 soldados de la Guardia Nacional masacran al pueblo en las orillas del Río Sumpul en Chalatenango. Los días 10-11 de diciembre de 1981 el batallón Atlacatl de la Fuerza Armada de El Salvador masacró a más de 1000 campesinos en los cantones El Mozote, Los Toriles y La Joya del departamento de Morazán, en lo que ha pasado a conocerse como "Masacre de El Mozote" y ha sido considerado el crimen más grave de la guerra por su número de víctimas.
Alí se refiere en especial a la masacre del Sumpul. Cito en extenso una explicación de los hechos:
El 14 de mayo de 1980 en la aldea salvadoreña La Arada y sus alrededores, apenas amanece cuando soldados del Destacamento Militar N° 1 de la Guardia Nacional y de la paramilitar Organización Democrática Nacional (ORDEN), apoyados por helicópteros, comienzan a disparar con una saña todavía desconocida para sus habitantes: mujeres torturadas antes del tiro de gracia; niños de pecho lanzados al aire para ser el blanco; adolescentes atados para ser fusilados.
Un operativo militar se había iniciado un día antes en la zona, en el que las fuerzas militares cometieron actos de violencia contra la población civil, lo que ocasionó la huida de numerosas familias. Los pobladores desplazados por el operativo intentaron cruzar el río Sumpul para refugiarse en Honduras, pero las tropas hondureñas les impidieron el paso y fueron muertos por las tropas salvadoreñas que hicieron fuego deliberadamente sobre ellos. Muchos mueren ahogados, especialmente los niños.
El Sumpul se tiñe de sangre y se llana de cadáveres. El genocidio acaba al atardecer y quedan allí 600 muertos, pasto de perros y zopilotes. Nadie puede acercarse a recogerlos o enterrarlos. Quedan pocos para contar el horror de ese día de sangre y llanto. La mayoría ha perdido a toda su familia, a lo sumo ha podido salvar a uno de sus cinco o seis hijos. Los gobiernos de ambos países niegan la matanza así como los observadores de la OEA. La primera y valiente denuncia proviene de la diócesis hondureña de Santa Rosa de Copán.

Lo que no esperaba Alí cuando cantó por primera vez el Sombrero Azul, que en el mismo Sumpul, dos años más tarde, volvería a suceder otra masacre.

El 29 de mayo de 1982, más de 700 campesinos indefensos de Los Amates y Santa Anita inician un éxodo masivo, desesperado hacia la frontera. Tratan de ocultarse en montes y cañadas, comiendo hierbas y raíces. Los soldados los persiguen ametrallando, matando de cualquier manera a los que logran alcanzar. Llegados al río Sumpul, agotados, algunos heridos, aterrorizados, los campesinos intentan cruzarlo.
Los niños y ancianos no resisten la fuerza de las aguas y mueren ahogados. Como dos años atrás, el Sumpul vuelve a teñirse de sangre inocente. Quienes alcanzan la orilla hondureña son rescatados por observadores internacionales, que se enfrentan duramente a oficiales y soldados para conseguirlo. Logran llevarlos al campamento de refugiados de Mesa Grande. Apenas quedan 163 campesinos extenuados, desgarrados por el dolor. Como esa pareja que, después de perder una niña, corre a refugiarse a una casa; cuando se acercan escuchan gritos de mujeres y niños que están siendo quemados vivos en ella. O esa madre que llega a Mesa Grande totalmente muda: ha perdido a sus seis hijitos. Todos han presenciado escenas horripilantes, sanguinarias. Algunos mueren apenas llegados. Sólo piden que rescaten a los compañeros dispersos por los montes. Ellos vivirán para luchar por la paz.

El canto de Alí promueve la lucha del pueblo salvadoreño  y anima, desde la fe en los mártires, desde la sangre que germinará, a la consecución de una tierra florecida, de la nueva madrugada en que sea posible la alegría: “El pueblo salvadoreño tiene el cielo por sombrero / tan alta es su dignidad / en la búsqueda del tiempo en que florezca la tierra por los que han ido cayendo / y que venga la alegría a lavar el sufrimiento”. La mención del azul del cielo-sombrero,  remite al color azul celeste de la bandera nacional salvadoreña, que se compone de dos franjas horizontales iguales de color azul, e interpuesta entre ellas otra franja blanca. El azul simboliza el cielo, siempre despejado; azul es sentimiento nacional, sentimiento patrio de liberación.

El coro del canto es una llamada vital al compromiso, a la firmeza en la lucha, con la fe en el nuevo día que está por nacer, con la pureza de la lucha sin intereses egoístas. Paciencia, entrega amorosa y confianza en lo pequeño que transforma, son las actitudes que promueve Alí. “Dale que la marcha es lenta pero sigue siendo marcha / dale que empujando al sol se acerca la madrugada / dale que la lucha tuya es pura como una muchacha, cuando se entrega al amor con el alma liberada. Dale salvadoreño, dale, que no hay pájaro pequeño, dale, que después de alzar el vuelo, dale, se detenga en su volar”.

Una fuerte crítica al militarismo imperial que pretende dominar el mundo se hace en la siguiente estrofa: “Al verde que yo le canto es el color de tus maizales / no al verde de las boinas de matanzas tropicales / las que fueron al Vietnam a quemar los arrozales / y andan por estas tierras como andar por sus corrales”. Los militares norteamericanos acababan con el arroz, fuente de vida del pueblo asiático y, cuando Alí canta, andan en El Salvador como por su casa, con la connivencia de los gobernantes salvadoreños. Alí los denuncia y canta a una tierra verde, próspera, con buena producción de maíz, rico alimento tradicional del pueblo.

Culmina con hondo sentimiento fraterno latinoamericano, con la esperanza de  que las luchas del pueblo y las muertes sufridas, sean semilla de nueva vida, germinen en rosa de amor, incluso donde menos se lo espera, como puede ser en el mar salado. La vida futura es posible: “Hermano salvadoreño / viva tu sombrero azul, / dale, que tu limpia sangre germinará sobre el mar / y será una enorme rosa de amor por la humanidad”.
El contraste amor-masacre señala el punto final del canto: “Tendrán que llenar el mundo con masacres de Sumpul,  para quitarte las ganas del amor que tienes tú”.  En el canto de Alí se mantiene la esperanza en la fuerza liberadora del amor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario