Mi amigo Ángel me enrostra el reto de escribir algunas
líneas sobre el tema varias veces recurrente en nuestra conversación. Ángel
toca las canciones de Alí y le pone cuidado a las letras. Después de tocarlas
se detiene a pensar alguna de las frases. Ponle atención –me dice. Le gusta
cantar aquello de “busca al cura de parroquia, no busques al Cardenal” y así
comentamos sobre Alí y la religión, Alí y los curas, Alí y Dios.
Con estas vivencias cotidianas de trasfondo me propongo
dar respuesta a algunos interrogantes que con frecuencia asoman: el comunismo
de Alí ¿lo hizo ateo o era un hombre “religioso”? Y si religioso, ¿cuál era su
creencia?, ¿cómo entendía él la religión?, ¿cuál era su visión de Jesús, de las
misas y los rezos?
Sin mayores pretensiones recorreré las letras de un
puñado de canciones mostrando algunas claves orientadoras para acercarnos mejor
a su pensamiento.
Hay que decir, de entrada, que Alí asoma una reflexión
bien elaborada sobre el asunto religioso, de modo que en cierta manera puede
ser considerado en el contexto espacio-temporal en que escribió, un teólogo de
la liberación.
Gustavo Gutiérrez, considerado padre de la teología de la
liberación, define a ésta como a) la reflexión crítica b) desde la praxis
histórica, c) a la luz de la fe.
Alí parte de una percepción crítica (a) de la realidad
social con la que está comprometido para transformarla (b): desde ahí piensa,
escribe y canta; el sufrimiento del pueblo lo lee como realidad
interpelante. Su reflexión crítica es un
análisis lúcido de la realidad del país: el petróleo producido y la riqueza mal
distribuida, la explotación del pobre, etc… Elabora un juicio político que es,
además, un juicio cristiano, desde la fe (c).
En Mi Dios se lo
cobre escribe Alí:
Cuando el
ruido del tan-tan / no deje escuchar el llanto del pobre / cuando los que no
tienen pan / ya gritando están, mi Dios se lo cobre.
Como el Dios del Éxodo, el Dios de Alí (“mi Dios”) se
muestra como quien escucha el llanto del pobre. Aunque los tan-tanes lo intenten ocultar, Dios escuchará su clamor y hará
justicia.
Tras este juicio sobre la realidad, plantea Alí su
propuesta: un modo nuevo de acercamiento a Jesucristo, a la comunidad eclesial
y a la espiritualidad cristiana, desde la praxis histórica, desde el compromiso
concreto de lucha, promoviendo la alianza entre cristianos y marxistas, al lado
del pueblo, y a la luz de la fe madurada: la fe popular de la familia, la fe de
las tradiciones venezolanas, la fe en Jesús liberador.
Esta perspectiva de liberación espero mostrar en un
recorrido representativo por sus canciones. Voy a dejar como posibilidad
abierta para futuros ensayos las menciones menos explícitas pero siempre
vinculadas a la fe religiosa. Son aquellas otras muchas referencias en las que
se habla de la esperanza, el mañana, el futuro, la victoria sobre la muerte, la
vida, la unidad del pueblo, la utopía, la poesía. No entraré en esa temática
que desborda el presente ensayo por su amplitud. Me limitaré casi
exclusivamente a las menciones más directas sobre religión, aunque algo de eso
se vislumbrará en el capítulo final.
1.
La religión popular: santos y creencias cristianas, tradiciones
afrodescendientes e indígenas.
Alí canta a la Virgen del Valle, a los velorios de Cruz de Mayo, a La
Chinita, a la cruz de San Clemente, a San Benito, a san Juan y a san Antonio, a
la diosa Caribay y a Auyantepui.
En La canción del
tiple imagina a San Benito y Caribay, “borrachos de tiple y miche, bajo la
llovizna fría”; luego, San Benito, reidor, besa a María Bonita, en las fiestas
patronales. La religión del pueblo es contrapuesta a la religión oficial del
templo (iglesia y campanario que llama). San Benito está en la calle, bajo la
llovizna. La religión del pueblo es religión de vida, de cotidianidad y de
alegría, de amor corporal-beso, religión de vida. Las referencias a lo popular
son múltiples: San Benito recoge la tradición religiosa afrodescendiente de los
pueblos de la costa oriental del Lago de Maracaibo, extendida a Los Andes. Con
la diosa Caribay se recoge la tradición indígena reseñada en la Leyenda de Las cinco águilas blancas de don Tulio
Febres Cordero:
Caribay, el
genio de los bosques aromáticos, primera mujer entre los Indios Mirripuyes,
habitantes de los Andes empinados. Era hija del ardiente Zuhé y la pálida Chía;
y remedaba el canto de los pájaros, corría ligera sobre el césped como el agua
cristalina y jugaba como el viento con las flores y los árboles. Caribay vio
volar por el cielo las enormes águilas blancas.
El beso de San
Benito a María Bonita evoca la canción homónima de Agustín Lara en la que canta
a la actriz mexicana, y que fuera su esposa, María Félix:
La luna que
nos miraba / ya hacía ratito / se hizo un poquito desentendida, / y cuando la
vi escondida / me arrodillé para besarte / y así entregarte toda mi
vida.
Religión afrodescendiente, religión indígena, ¡y toda
teñida de pueblo!
En Abran la puerta
repite la mención a San Benito, y de nuevo lo presenta como un santo alegre y
de gran fuerza vital: “San Benito échate un palo y canta con alegría / que en
Motatán los tambores ya resuenan por la vida”. La religión festiva del pueblo,
convoca al combate por la vida (evocando la lucha del Libertador a su paso por
esos valles).
Y sigue explorando la vivencia religiosa popular en este
occidente del país. En Coquivacoa nombra a La
Chinita “allá en la orilla” llorando, sufriendo por su lago contaminado y
sin vida. María de Chiquinquirá se duele del mal que sufre el pueblo. Se
relaciona la divinidad, la santidad de María de Chiquinquirá, con la naturaleza
cristalina del lago. La religión no es ajena al pueblo, sino que está del lado
de la conciencia. Esta misma conciencia será desarrollada en una de sus últimas
canciones, El lago, el puerto y la gente.
En ella proclama: “Yo espero que un día el pueblo de Maracaibo se una por
salvar el lago en nombre de la Chinita”.
Y a esta misma Chinita
se invoca en Tía Juana, canción referida a la costa oriental del lago, canción de
denuncia por el desamparo vivido y las promesas incumplidas de los políticos.
Originalmente
el Hato Tía Juana, de Juana Villasmil, fue
expropiado a sus herederos por el gobierno de Juan
Vicente Gómez para otorgar una concesión a las compañías
petroleras. La Royal DutchShell, construyó
el muro de contención y los campos de habitación para sus trabajadores.
Este es el origen de la ciudad de Tía Juana a la que se
refiere Alí. Se pide a La Chinitapara “que no se muera la
gaita”, y se implora a Dios la salvación para la gaita, para nosotros, y para Tía
Juana. La gaita aparece, por sus vínculos con la Virgen de Chiquinquirá (La Chinita), como canción religiosa de
denuncia. En el canto de Alí, Dios y La Chinita acompañan al pueblo y le dan esperanza
de salvación.
En Pio Tequiche recoge Alí la tradición religiosa oriental. “Margarita,
a la Virgen no se quiere solo con perlas”. Así se pide religión verdadera; ésta
no consiste en llevar perlas a la Virgen, sino en comprometerse con la tierra,
en la lucha por la propia cultura, en la resistencia frente a lo foráneo. El
culto que la Virgen quiere está asociado a las tradiciones margariteñas: la
pesca, las garzas, el galerón, las empanadas… El amor a la Virgen se le
demuestra con el amor a la propia tierra.
En Isla y piragua
hace Alí de su canto oración. Parafraseando:
Ay,
Virgencita del Valle, quiero ir para tu fiesta y cantar por la bella Margarita;
una canción que acrisole todo el amor de tu gente que se lanzan a la mar
llenando el azul de velas.
Así recoge la celebración entrañable y popular a esta
Virgen oriental. Es una Virgen que está con su pueblo marinero; tan es así que
en tono jocoso la Virgen se muestra alegre entre las olas mientras que se marea
en gandola:
Se encabrita
la piragua saltando sobre la ola / y la virgen muy risueña se alegra con la
cabriola. / La virgen se marea si la llevan en gandola.
Alí se muestra expresivo y tierno con esta Virgen, uno
más entre el pueblo margariteño: “Yo le canto con amor dándole un beso en la
frente”. Y agrega una nota particular: “Dios a Margarita la hizo isla para
quererla”. Piensa en un Dios que tiene preferencia por lo pequeño, por lo
pobre. Y es un amor especial, íntimo, “retirado”.
Volverá a referirse a la Virgen del Valle, “Virgen bonita
y llena de amor”, en el canto dedicado al Maestro Prieto, Palabras de luz. De nuevo resalta la ternura con la que Alí refleja
el amor de los margariteños a la Virgen, quienes aman tanto a la virgen –dirá
Alí- que sus canciones parece que lloran, y con sus lágrimas limpias quieren
hacerle un collar.
Aún queda en Alí reconocimiento para otras tradiciones
religiosas populares del centro del país. En La Patria es el hombre canta:
A mi crucita
de mayo / le puse su florecita / pa que me quite este llanto / que cantando no
se quita. / Con color de mariposas / que los hombres de mi tierra / valgan más
que toas las cosas.
Le pide a la cruz que le quite la tristeza, y que dé
fuerza a los hombres de la tierra para la lucha. Se recurre a la religión de la
tradición popular venezolana para levantar el ánimo y la esperanza
transformadora.
En Cuando las
águilas se arrastren se remite a las festividades de San Juan en
Barlovento. Tal vez es ésta la única mención de cuantas hemos hecho en la que
la práctica religiosa popular evoca la esclavitud y no la liberación. “Se
escuchan a los lejos los tambores de san
Juan que le dicen al negro que esclavo fue” (no hay canción de libertad). En
todo caso la reflexión de Alí apunta a descubrir en esa memoria de esclavitud
una convocatoria actual para la lucha libertaria. Otra mención de pasada a San
Juan la hace en Reverón, pintor que
fabricó algunas de “sus muñecas vestidas color fiesta de San Juan”; ahora lo
hace para evocar la valía del pintor y su vinculación con la propia tierra.
Algo más de religión popular. En El gallo pinto invoca a Dios pidiendo por el canto de Pío Alvarado:
“Dios salve, viejo golpero, la belleza de tu canto”. Parece que a este Dios de
Alí le gusta el canto popular.
Pío fue
músico y compositor popular, nacido en Curarigua de Leal, Estado Lara, en 1895.
Desde muy joven se inició en el arte de cultivar una de las tradiciones más
ricas del Folklore Venezolano: el Golpe y el Tamunangue, o Sones de negros,
como también se le denomina. Fue autor y compilador de décimas, tonos y
aguinaldos, además de exponente de una variedad del Golpe Tocuyano, que más
adelante tomará el nombre de Golpe curarigueño.
En Caña clara y tambor se recuerda la fiesta de san Antonio, en El Tocuyo, con
la danza del Tamunangue. En el contexto de esta fiesta Alí juega con la
atracción que provoca una de las danzantes de la que sólo puede ser librado el
varón rezando una salve a San Antonio. Obviamente se trata de un ejercicio
literario lúdico cuando la bailarina es
llamada demonio: “Canta una salve a San Antonio, que esa negra es el demonio”.
No desaprovecha la ocasión para alabar la tradición alimentaria propia,
valorando como cosa divina el “pan nuestro”, poniendo a comer a los dioses la
exquisita arepa de maíz jojoto: “La arepa de maíz jojoto es de los dioses el
pan”. El uso de dioses en plural expresa la nada ortodoxa religión de Alí.
Hasta podemos remitirnos a los dioses creadores del hombre de maíz en el relato
del Popol-vuh.
Entre estos dioses plurales aparece el Dios de los
vientos mencionado en Doña Josefina.
La arena
fina de la guajira parece una lira cuando la bate el Dios de los vientos…
música y canto por la Patria que revive la voz del Libertador.
Los dioses de Alí son muchos, recoge las tradiciones
populares, acoge el discurso religioso como discurso poético que dice más que
el discurso de la sola racionalidad occidental. Y siempre dice unión de los
pueblos y liberación.
El “Padre Río” que moja la cara en Canción bolivariana semeja un Dios de la naturaleza. Así nombra en Un guarao al Dios Auyantepui de los
indígenas.
El
Auyantepui, tepuy situado al sudeste del país, es considerado el Olimpo de los
Dioses Arekunas, su nombre correcto es "Aiyantepuy" que
significa montaña del infierno. La tradición indígena "Pemón" expresa
que en su cumbre se encuentra la casa de los "maguariton", espíritus
malignos; y de "Tramán-Chitá" el ser supremo del mal.
En este sentido Alí se refiere al Auyantepuy como Dios
indígena. Aunque se trata más bien de una tradición religiosa pemón, que no guarao.
En todo caso, el sentido que Alí da a la canción es meridianamente claro.
Quienes invaden y dicen que descubren no hacen sino colonizar. Le cambian el
nombre a lo más propio imponiendo en nombre en inglés (waterfall: referencia al Salto del Ángel). Y le cambian también su
nombre al indígena por un nombre “cristiano”. Y esto sucede con todos los
elementos culturales, incluyendo la fe religiosa. Los colonizadores acaban con
la fe de los pueblos originarios. Aquí el término cristiano tiene un matiz
totalmente distinto a como lo usa en otras ocasiones (en Madre, déjame luchar, por ejemplo). En esta canción es un elemento
más de colonización. Igual que se impone un nombre inglés a su Dios, se le
impone al mismo indígena un “nombre cristiano” con afán dominador. Esa misma
crítica se hace a las Nuevas Tribus en Esequibo
II. Sus “misioneros de idioma sajón, les quitan su yopo y su religión” a
los piaroas.
Alí valora la fe cristiana en clave de liberación, pero sabe
situarse en una perspectiva crítica cuando esta fe es alienadora u opresora. El
discurso de Alí confrontará permanentemente estos dos modos de fe religiosa.
Además no se limita a la creencia cristiana, sino que descubre la fe de los
pueblos indígenas como igualmente digna de respeto, y como parte de la
identidad de estos pueblos.
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